
Eva, una mujer de treinta y pocos años, tiene la siguiente conversación con su pareja:
Eva: Cariño, esta mañana voy a ir a la consulta del médico, ya tengo la cita.
Pareja: ¿Que te pasa?
Eva: No me encuentro muy bien, voy a que me de un masaje en el clítoris hasta que me haga llegar al orgasmo.
Pareja: Ah, muy bien. Quieres que te acompañe o vas tu sola.
Eva: No te preocupes, me va a acompañar mi amiga, que también ha concertado una cita.
Luego más tarde a la salida de la consulta...
Amiga: Oye, ¿que te ha parecido el nuevo método?
Eva: Pues la verdad que me gusta más que el sistema antiguo. Es que este médico no es muy diestro con el masaje manual, el anterior médico sí sabia masajearme el clítoris mejor, pero este es un poco torpe y tardaba mucho en hacerme llegar al orgasmo. Pero ahora que usa el vibrador, es mucho mejor, llego antes.
[…]
No es una escena sacada de una película porno, ni mucho menos, es una situación de la vida real. Y claro la pregunta es ¿donde se daría esta situación?. Porque, hoy día aunque queramos pensar que en esta sociedad hay mucha libertad sexual, no te encuentras en la propaganda de Carrefour en la sección de electrodomésticos junto al microondas, la lavadora y la cafetera, un vibrador con sus accesorios.
Es más, ¿cuantas parejas verían normal que la mujer se fuera al médico para que la masturbase, masajeándole el clítoris?
Pues con lo modernos y liberales que somos, y que además creemos saberlo todo sobre el sexo, resulta que esta situación en esta sociedad es impensable y sin embargo, era práctica común en una época la cual tenemos en mente como una época de represión sexual, sobre todo para las mujeres. Me estoy refiriendo a la época Victoriana, es decir mediados y finales del siglo XIX.
Lo que es impensable en nuestro sexualmente desinhibido siglo XXI, era aceptado en el represivo siglo XIX.
Es curioso, como en esa época, debido precisamente a la represión sexual, en donde las mujeres no deberían tener relaciones sexuales excepto para procrear, estaba muy de moda la falsa enfermedad de la histeria femenina, que recogían un cuadro tan amplio de síntomas, que prácticamente cualquier cosa entraba en esa catalogación. Y se entendía que la falta de satisfacción sexual por parte de las mujeres las enfermaba. Así que se instauró la práctica, en las consultas médicas, de masajear el clítoris hasta que esta llegara al "paroxismo histérico", es decir, al orgasmo.
Resulta interesante que, aunque se tocaran los genitales femeninos con el objetivo de llevarla al orgasmo, lo que hoy se entiende por masturbación, no se consideraba una práctica sexual sino una terapia médica. Esta terapia se ofrecía en los balnearios más exclusivos, donde se ofrecían además métodos más sofisticados como el masaje producido, no por la mano sino, por ejemplo, por un chorro de agua a presión en los genitales.
Obviamente, ofreciendo estos servicios un médico y no estando mal visto por la sociedad, ya te puedes imaginar como estarían las consultas. Precisamente, debido a esto, a la gran cantidad de mujeres que solicitaban el tratamiento, -y como de todo se cansa uno- el médico Joseph Mortimer Granville, en la década de 1880, cansado de darle con la mano, inventó el primer vibrador con baterías.
El vibrador se hizo tan popular y estaba tan bien visto, que se vendía como un electrodoméstico más, y fue de los primeros, ¡llegó incluso diez años antes que se empezasen a vender planchas eléctricas para el hogar!
Esta era la situación hasta el año 1952, cuando la "histeria femenina" dejó de considerarse una enfermedad de verdad y encima aparecieron las primeras películas porno, donde se mostraba el uso de vibradores en su repertorio pornográfico, lo que hizo que se viera el uso del vibrador como algo “sucio”.
Lo más interesante, de todo esto, es el plantearse que es normal y que no lo es. Hoy día no se ve normal esa situación, hecho que si lo piensas bien, choca muchísimo con lo "adelantado" que estamos. Y sin embargo en una época -de mucha represión sexual- durante más o menos un siglo, se veía con buenos ojos la "masturbación femenina", incluso se veía como algo saludable, en el sentido estricto de la palabra.
La clave de esta situación, es cambiarle el nombre a los hechos y acciones, para aceptarlas. Así, a la masturbación se le llama "masaje", al orgasmo se le llama "paroxismo histérico" y al vibrador "herramienta terapéutica". Si además se adereza con el nombre de "terapia médica", pasamos de un acto escandalizador y reprochable a uno de completa normalidad y beneficioso.
Cambiando las palabras, estoy cambiando la realidad que se percibe. Todo es válido, lo importante es saber escoger las palabras correctas para describirlo, de esa manera lo inaceptable se vuelve aceptable. Y de esto quienes saben mucho son los políticos.
Eva: Cariño, esta mañana voy a ir a la consulta del médico, ya tengo la cita.
Pareja: ¿Que te pasa?
Eva: No me encuentro muy bien, voy a que me de un masaje en el clítoris hasta que me haga llegar al orgasmo.
Pareja: Ah, muy bien. Quieres que te acompañe o vas tu sola.
Eva: No te preocupes, me va a acompañar mi amiga, que también ha concertado una cita.
Luego más tarde a la salida de la consulta...
Amiga: Oye, ¿que te ha parecido el nuevo método?
Eva: Pues la verdad que me gusta más que el sistema antiguo. Es que este médico no es muy diestro con el masaje manual, el anterior médico sí sabia masajearme el clítoris mejor, pero este es un poco torpe y tardaba mucho en hacerme llegar al orgasmo. Pero ahora que usa el vibrador, es mucho mejor, llego antes.
[…]
No es una escena sacada de una película porno, ni mucho menos, es una situación de la vida real. Y claro la pregunta es ¿donde se daría esta situación?. Porque, hoy día aunque queramos pensar que en esta sociedad hay mucha libertad sexual, no te encuentras en la propaganda de Carrefour en la sección de electrodomésticos junto al microondas, la lavadora y la cafetera, un vibrador con sus accesorios.
Es más, ¿cuantas parejas verían normal que la mujer se fuera al médico para que la masturbase, masajeándole el clítoris?
Pues con lo modernos y liberales que somos, y que además creemos saberlo todo sobre el sexo, resulta que esta situación en esta sociedad es impensable y sin embargo, era práctica común en una época la cual tenemos en mente como una época de represión sexual, sobre todo para las mujeres. Me estoy refiriendo a la época Victoriana, es decir mediados y finales del siglo XIX.
Lo que es impensable en nuestro sexualmente desinhibido siglo XXI, era aceptado en el represivo siglo XIX.
Es curioso, como en esa época, debido precisamente a la represión sexual, en donde las mujeres no deberían tener relaciones sexuales excepto para procrear, estaba muy de moda la falsa enfermedad de la histeria femenina, que recogían un cuadro tan amplio de síntomas, que prácticamente cualquier cosa entraba en esa catalogación. Y se entendía que la falta de satisfacción sexual por parte de las mujeres las enfermaba. Así que se instauró la práctica, en las consultas médicas, de masajear el clítoris hasta que esta llegara al "paroxismo histérico", es decir, al orgasmo.

Obviamente, ofreciendo estos servicios un médico y no estando mal visto por la sociedad, ya te puedes imaginar como estarían las consultas. Precisamente, debido a esto, a la gran cantidad de mujeres que solicitaban el tratamiento, -y como de todo se cansa uno- el médico Joseph Mortimer Granville, en la década de 1880, cansado de darle con la mano, inventó el primer vibrador con baterías.
El vibrador se hizo tan popular y estaba tan bien visto, que se vendía como un electrodoméstico más, y fue de los primeros, ¡llegó incluso diez años antes que se empezasen a vender planchas eléctricas para el hogar!
Esta era la situación hasta el año 1952, cuando la "histeria femenina" dejó de considerarse una enfermedad de verdad y encima aparecieron las primeras películas porno, donde se mostraba el uso de vibradores en su repertorio pornográfico, lo que hizo que se viera el uso del vibrador como algo “sucio”.
Lo más interesante, de todo esto, es el plantearse que es normal y que no lo es. Hoy día no se ve normal esa situación, hecho que si lo piensas bien, choca muchísimo con lo "adelantado" que estamos. Y sin embargo en una época -de mucha represión sexual- durante más o menos un siglo, se veía con buenos ojos la "masturbación femenina", incluso se veía como algo saludable, en el sentido estricto de la palabra.
La clave de esta situación, es cambiarle el nombre a los hechos y acciones, para aceptarlas. Así, a la masturbación se le llama "masaje", al orgasmo se le llama "paroxismo histérico" y al vibrador "herramienta terapéutica". Si además se adereza con el nombre de "terapia médica", pasamos de un acto escandalizador y reprochable a uno de completa normalidad y beneficioso.
Cambiando las palabras, estoy cambiando la realidad que se percibe. Todo es válido, lo importante es saber escoger las palabras correctas para describirlo, de esa manera lo inaceptable se vuelve aceptable. Y de esto quienes saben mucho son los políticos.