lunes, 8 de marzo de 2010

¿Que nos espera después de la muerte?

Azrael, el ángel de la muerte, por Evelyn de Morgan (1881)
Hace varios años leí un libro escrito en los 70, por Raymond A. Moody, Jr., titulado "Vida después de la vida", en el que se describían experiencias de personas declaradas clínicamente "muertas" (para la época) y que habían regresado... ¿de donde?, para contar sus experiencias.

Algunos pacientes habían escuchado como el doctor informaba a sus familiares de su inevitable final, otros veían su cuerpo físico desde un punto exterior y observaban lo que ocurría a su alrededor, muchos sintieron paz y tranquilidad, no fueron pocos los que hablaron con seres queridos y, como no, la inevitable, ¡luz al final del túnel!.

Todos fueron devueltos a la vida después de ser reanimados, entonces... ¿realmente murieron?.

Es posible, que sus mentes experimentaran reacciones eléctricas cerebrales semejantes a las que nos llevan a lugares o situaciones mágicas cuando soñamos, pero en esta ocasión vinculadas a la experiencia que en ese momento estaban viviendo. Estás reacciones al ser fisiológicas, se producirían -como el resto de las reacciones físicas- de una forma común en la mayoría de los cuerpos, lo que explicaría la similitud en las historias de los sujetos "reanimados".

El electroencefalograma (EEG) es actualmente, la prueba más determinante que nos demuestra la muerte total del individuo por ausencia de actividad cerebral, es decir, ante un "EEG plano" no existe la posibilidad de que un ser humano vuelva a la vida. No hay reanimación posible.

Son miles de millones los que han cruzado el umbral de la muerte, pero desafortunadamente nadie ha vuelto para contarlo. Por lo que tan solo nos lleva a especular o imaginar la existencia del más allá.

A través de los tiempos las distintas religiones nos han echo creer que después de la muerte hay un nuevo mundo como recompensa o castigo. La ciencia aún no ha podido pronunciarse ni a favor ni en contra, por lo que seguimos en el terreno de la especulación. Pero indiscutiblemente, no nos quedaremos con la duda, ya que la respuesta la encontraremos cuando la última célula de nuestro cerebro haya muerto.

Post enviado por: María.

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